viernes, 6 de mayo de 2011

Las transformaciones económicas en América Latina, 1880-1930

Inicio del crecimiento basado en la exportación-importación (1880-1900)

La Revolución Industrial europea fue lo que precipitó el cambio en las economías latinoamericanas. A finales del siglo XIX la industrialización europea empezó a ocasionar una fuerte demanda de productos alimenticios y materias primas. Los trabajadores ingleses y europeos, que ahora vivían en las ciudades y trabajaban en fábricas, necesitaban comprar los alimentos que ya no cultivaban, y los dirigentes de la industria, preocupados por extender su producción y sus negocios, buscaban materia prima, en particular minerales. Ambos incentivos llevaron a los gobiernos e inversores europeos a buscar en África, Asia y, por supuesto, América Latina.

Como resultado, los principales países latinoamericanos pasaron por una sorprendente transformación a finales del siglo XIX, especialmente desde 1880. Argentina, con sus vastas y fértiles pampas, se convirtió en un importante productor de bienes agrícolas y ganaderos: lana, trigo y sobre todo carne. Chile resucitó la producción de cobre, industria que había caído en decadencia tras los años de la independencia. Brasil se hizo famoso por su producción de café. Cuba cultivó café, además de azúcar y tabaco. México empezó a exportar una serie de materias primas, desde el henequén (fibra utilizada para hacer cuerda) y el azúcar, hasta minerales industriales, en particular cobre y zinc. Centroamérica exportó café y plátanos, mientras que de Perú salieron azúcar y plata.

El desarrollo de estas exportaciones fue acompañado de la importación de productos manufacturados, casi siempre de Europa. América Latina compraba textiles, maquinaria, bienes de lujo y otros artículos acabados en una cantidad relativamente grande, con lo que se dio un intercambio, aunque los precios de las exportaciones latinoamericanas eran mucho más inestables que los de las europeas.

A medida que progresaba el desarrollo, la inversión de las naciones industriales, en especial Inglaterra, fluyó hacia América Latina. Entre 1870 y 1913, el valor de las inversiones británicas aumentó de 85 millones de libras esterlinas a 757 millones, una multiplicación casi por nueve en cuatro décadas. Hacia 1913, los inversores británicos poseían aproximadamente dos tercios del total de la inversión extranjera. Una de sus más firmes inversiones era la construcción de ferrocarriles, en especial en Argentina, México, Perú y Brasil. Los inversores británicos, franceses y estadounidenses también pusieron capital en empresas mineras, sobre todo en México, Chile y Perú, lo que significó que los latinoamericanos no hubieran de invertir allí, pero también que el control de los sectores clave de sus economías pasara a manos extranjeras.

De este modo, a finales del siglo XIX, se había establecido una forma de crecimiento económico basado en la “exportación-importación” que estimuló el desarrollo de los sectores de materias primas de las economías latinoamericanas. El impulso y el capital provinieron en su mayoría del exterior. Con la adopción de esta alternativa, América Latina tomó un camino comercial de crecimiento económico “dependiente” de las decisiones y la prosperidad de otras partes del mundo.
 
A comienzos del siglo XX las economías latinoamericanas orientadas a la exportación iniciaron un período de prosperidad notable. Argentina se volvió un país rico por su economía basada en la carne y el trigo. En México, aparecieron y se extendieron las plantaciones que producían henequén en Yucatán y azúcar en las zonas centrales, en especial al sur de la capital; la minería era también rentable y la naciente industria petrolera comenzaba a convertirse en una actividad significativa. Seguían creciendo las exportaciones de cobre de Chile, que también cultivaba algunas frutas y trigo para los mercados internacionales. Las mejoras tecnológicas llevaron al aumento de la producción azucarera en el Caribe, especialmente en Cuba, cuando los propietarios estadounidenses aceleraron sus inversiones en trapiches de azúcar modernos. Brasil vivía de las exportaciones de café y caucho natural. La United Fruit Company extendió sus inmensas plantaciones de plátanos en Centroamérica. En todos estos países, la economía monetaria se había vuelto más sensible a las tendencias de la economía mundial, donde las exportaciones conseguían divisas para comprar  las importaciones necesarias. Todo impacto importante de la economía mundial producía efectos rápidos y espectaculares en los sectores mercantilizados. Aunque la industrialización seguía siendo incipiente, ya había fábricas en sectores como el textil, artículos de cuero, bebidas, procesamiento de alimentos y materiales de construcción. Los sectores de servicios más dinámicos eran el transporte, la burocracia estatal, el comercio y las finanzas. 


Thomas Skidmore y Peter Smith, "Las transformaciones en la América Latina contemporánea (década de 1880-década de 1990)". en Historia contemporánea de América Latina, Crítica, 1996.


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