lunes, 25 de abril de 2011

¿Qué se conmemora el 1º de mayo?

1º de mayo y los Mártires de Chicago


El movimiento obrero de protesta puede documentarse casi desde los comienzos de la revolución industrial. Sofocado en sus comienzos, será para 1850, con el crecimiento vertiginoso de la industria, que los obreros comenzarán a tomar un nuevo protagonismo. Ahora como promotores de múltiples formas de organización y con una conciencia propia sobre su situación. Es sin duda el movimiento sindical, una de los aspectos más trascendentes de lo que llamamos "movimiento obrero". La actitud de crítica con respectos a los problemas laborales o la "cuestión social" de los trabajadores, vienen de la mano con una actitud de propuesta y reivindicaciones de lo que serán los derechos laborales. Una de las primeras reivindicaciones de los obreros será la jornada laboral de las 8 horas (como ya vimos -ficha sobre cuestión social- los obreros trabajaban más de 12 hs. en condiciones miserables). 
En noviembre de 1884 se celebró en Chicago el Congreso de la Federación Americana del Trabajo (que reunía sindicatos de EE.UU. y Canadá) , en el que se propuso que a partir del 1º de mayo de 1886 se obligaría a los patrones a respetar una jornada laboral de 8 horas y, si no, se iría a la huelga. Llegada la fecha, las organizaciones laborales y sindicales de Estados Unidos se movilizaron y paralizaron el país con más de cinco mil huelgas.

La lucha por las 8 horas
La reivindicación de las 8 horas tenía amplio apoyo en Chicago. Allí la jornada se extendía desde las 4 de la mañana hasta las 8 de la noche. Aquellos que trabajaban 14 ó 15 horas se consideraban afortunados. El 1º de mayo comenzó una huelga en la ciudad que arrancó con 40.000 trabajadores y llegó hasta 65.000. La adhesión de los trabajadores a la medida no era fácil. Chicago era patrullada constantemente por la policía que, junto con elementos patronales, organizaba provocaciones contra cualquier grupo de trabajadores que, simplemente andaban por las calles. Al trabajador en huelga le quedaban dos alternativas: o se quedaba refugiado en su casa o andaba en grupo con sus compañeros de trabajo. El espacio de la ciudad era disputado de hecho entre la clase obrera y la burguesía.

El episodio más famoso de esta lucha fue el funesto incidente del 4 de mayo de 1886 en la Plaza Haymarket de Chicago, durante un acto de repudio a una brutal represión ocurrida el día anterior contra unos huelguistas (habían sido asesinados 8 obreros). Cerca del final del acto ingresó a la plaza un escuadrón policial. Una bomba fue arrojada y al explotar mató a un policía e hirió a otros. De inmediato la respuesta policial dejo un tendal de unos 40 manifestantes muertos y decenas de heridos. No satisfecho con eso el gobierno de Illinois acusó a varios dirigentes obreros por esos hechos. Aunque nunca se probó quién fue el responsable de ese atentado, en 1887, ocho líderes sindicalistas y anarquistas fueron acusados, juzgados y condenados a muerte. Fueron ahorcados (menos uno que apareció muerto en su celda) a pesar del reclamo y la oposición mundial.

La elección de los acusados fue política. Dos de ellos ni siquiera estuvieron en la manifestación de Haymarket, otros se habían retirado antes de la explosión. Lo que estaba en juicio eran las ideas políticas de estos sindicalistas, cosa que fue dicha explícitamente por la acusación en varios tramos del juicio, plagado de vicios legales, falta de garantías, testigos falsos y demás catálogo de violencias y trampas a que fueron sometidos los compañeros. La índole fraudulenta del juicio fue tan evidente que, aun en medio de una ensordecedora campaña nacionalista contra los "terroristas extranjeros" (ya que muchos obreros eran inmigrantes), el jurado no se atrevió a condenar a muerte a todos los acusados, como era la intención primera de los organizadores del juicio.

El 11 de noviembre de 1887 Spies, Engel, Fischer y Parsons fueron ahorcados. Unos días antes Louis Lingg se había quitado la vida en su celda. A partir de ese momento fueron conocidos como los "Mártires de Chicago" y considerados "héroes" de la clase trabajadora. En su funeral asistieron más de 25.000 trabajadores. Los otros compañeros (Fielden, Schwab y Neebe) pasaron largos años en prisión hasta que el peso de las mentiras acumuladas obligó a una revisión del proceso que concluyó con la libertad de los tres sobrevivientes.

Dos años después, en julio de 1889, la Segunda Internacional reunida en París resolvió que “Se organizará una gran manifestación en fecha fija, de tal manera que simultáneamente en todos los países y en todas las ciudades en el mismo día convenido, los trabajadores pedirán a las autoridades oficiales la reducción, mediante una ley, de la jornada de trabajo a 8 horas... En vista que una manifestación análoga ha sido aprobada para el 1º de Mayo de 1890 por la Federación Americana del Trabajo, en su Congreso celebrado en Saint Louis... se adopta esa fecha para la manifestación internacional”.


Material elaborado por la docente gracias al aporte de:
"Historia del Mundo Contemporáneo" de Antonio Fernández, Ed. Vicen Vives
http://argentina.indymedia.org/

martes, 12 de abril de 2011

Las corrientes ideológicas en el movimiento obrero

La Revolución Industrial significó una gran transformación en la vida social. Pero para muchos hombres y mujeres de la época esta transformación significó el fin de un modo de vida y afrontar grandes miserias y privaciones. Las consecuencias de la transformación no solo preocupó a los trabajadores que las sufrían, sino que el espectáculo del trabajo fabril y la miseria de los barrios obreros que se formaron en las ciudades despertó la sensibilidad de muchas personas, que comenzaron a pensar formas de poner fin a la situación.

Dentro y fuera del movimiento obrero comenzaron a difundirse ideas para mejorar el nivel de vida de los trabajadores. En algunos casos, se propusieron reformas dentro de! sistema capitalista y la necesidad de establecer leyes que protegieran a los trabajadores; en otros casos, surgieron pensadores que proponían cambiar la sociedad en forma radical. En su conjunto, a todo este movimiento se lo comenzó a denominar socialista.

El primer movimiento de este tipo surgió durante la Revolución Francesa y fue una organización secreta surgida en 1797 y que se conoció como la Conspiración de los Iguales. Posteriormente, surgieron pensadores como Fourier y Saint Simon, en Francia, o como Owen, en Inglaterra, que propusieron nuevas formas de organizar el trabajo y la producción, que defendieran el nivel de vida de los trabajadores y evitaran su explotación. Así surgieron propuestas como la formación de cooperativas para competir con las fábricas.
 
A mediados del siglo aparecieron las dos figuras más destacadas del movimiento socialista del siglo XIX: Carlos Marx y Federico Engels. Según ellos, a lo largo de la historia, las sociedades se dividieron en clases sociales enfrentadas; en particular, en la sociedad capitalista se asistía a la lucha entre los empresarios (la burguesía) y los trabajadores (la clase obrera o los proletarios). Para Marx y Engels, la riqueza de la sociedad era producto del trabajo humano, pero como la burguesía era dueña de las fábricas, las máquinas y las tierras, explotaba a los trabajadores, pues el salario no retribuía toda la riqueza que los trabajadores producían; la diferencia —a la que llamaron plusvalía— era el origen de la riqueza de los burgueses. Sus obras, especialmente el Manifiesto comunista y El capital, fueron muy importantes para la difusión de las teorías socialistas. En 1864 contribuyeron a formar la Asociación Internacional de Trabajadores, que concibieron como un partido político de los obreros que debía actuar coordinadamente en todo el mundo y cuyo objetivo era producir un revolución socialista que acabara con el capitalismo.

Durante el siglo XIX surgieron muchas corrientes socialistas de distinto tipo. Hubo quienes proponían reformas laborales dentro del sistema capitalista, como Louis Blanc, quien formó parte del gobierno surgido en a Francia de la revolución de 1848. Otros, en cambio, crearon organizaciones conspirativas que pretendían que los trabajadores tomaran el poder mediante una revolución violenta, como fue el caso del francés Antoine Blanqui o del ruso Mijail Bakunin. No hubo, entonces, ni en el socialismo ni en el movimiento obrero, unanimidad ideológica.

Otra de las corrientes ideológicas importantes fue el anarquismo. Sus precursores fueron el inglés W. Godwin y el francés P. Proudhom y sus representates más importantes fueron M. Bakunin y E. Kropotkin. Si bien compartían muchas ideas con los socialistas, los anarquistas eran fuertemente individualistas, se oponían a formar un partido político y se enfrentaban a los marxistas, a quienes acusaban de autoritarios. Sostenían que el estado y la propiedad oprimían al hombre y debían ser abolidos. Dentro del anarquismo convivían tendencias moderadas dedicadas a la divulgación de ideas, tendencias sindicalistas, que organizaron grandes sindicatos y centrales obreras, y también tendencias violentas que practicaban el terrorismo.

La difusión de las nuevas ideas socialistas y anarquistas y el desarrollo del movimiento de los sindicatos obreros fue generando mayores tensiones sociales. Todo esto hizo surgir la llamada cuestión social. Diferentes sectores políticos que representaban a las clases medias y muchos pensadores propusieron la necesidad de establecer leyes protectoras del trabajo y el reconocimiento de los derechos políticos a los trabajadores.

La Iglesia no fue indiferente a esta situación preocupada por las condiciones de la vida obrera. Así fue que en 1891 el papa León XIII dio a conocer su encíclica Rerum Novarum. En ella, la Iglesia criticaba al socialismo como una falsa respuesta y defendía a la propiedad como un derecho natural, reconocía el sufrimiento de los trabajadores y establecía la necesidad de reforzar la caridad cristiana; aceptaba la formación de sindicatos que debían propiciar el diálogo en lugar del conflicto y solicitaba al estado que interviniera en defensa de los trabajadores. De este modo, desde principios del siglo XX comenzaron a desarrollarse sindicatos y organizaciones obreras católicas.


-Tomado de "El Libro de la Sociedad en el tiempo y en el espacio 8", Buenos Aires, Estrada, 1997.


El surgimiento de las organizaciones obreras

Identidad y solidaridad en el mundo del trabajo
 
Al compartir semejantes condiciones de trabajo y experiencias de vida, los obreros de los primeros años de la industrialización fueron desarrollando diversas formas de solidaridad entre ellos y se organizaron. Las jornadas muy extensas de trabajo, pésimas condiciones higiénicas, el trabajo de niños y mujeres y los salarios cada vez más bajos, debido a la desocupación originada por los cambios tecnológicos y agravada por el crecimiento demográfico, los impulsaron a organizarse. La concentración de numerosos obreros en las fábricas, a la vez que acentuaba la cooperación en el proceso de trabajo, estimulaba la solidaridad entre los trabajadores. Ello favoreció el surgimiento de las organizaciones obreras.

Los sindicatos. 
Los primeros movimientos obreros de resistencia aparecieron como protesta por los bajos salarios. A ello le siguió una ofensiva contra las máquinas a las que se responsabilizaba de las
desgracias sufridas por los trabajadores. Los «destructores de máquinas» alcanzaron su momento culminante en 1811, en Inglaterra, y el movimiento se extendió a otros países europeos. Hacia 1830 surgieron las primeras organizaciones sindicales, en Inglaterra, después de choques violentos y severas represiones. Los sindicatos, al cabo de décadas, lograron ser reconocidos por el estado y los empresarios como representantes de los trabajadores.

La ayuda mutua. 
Los trabajadores con intereses y riesgos comunes se plantearon la organización de centros de ayuda solidaria ante las contingencias que podían sufrir dada su propia situación, o por las condiciones laborales que no siempre estuvieron sujetas a normas protectoras respecto de enfermedades, accidentes o vejez. Estas organizaciones fueron conocidas en nuestro país como Asociaciones de Socorros Mutuos por regla general, consistían en la asistencia médica y farmacéutica, subsidios por enfermedad, servicios de sepelio, entre otras cosas. Son anteriores a las Cajas de Jubilaciones y no eran organizadas por el estado, sino por los propios trabajadores.En los primeros tiempos funcionaban separadas de los sindicatos. Las primeras Asociaciones de Socorros Mutuos procuraron nuclear a la población inmigrante (españoles, franceses, italianos, etc.) y muchas fueron el origen de los importantes hospitales que conocemos.

Las cooperativas. 
Es la asociación de grupos de personas, en general de condición económico-social semejante, que se unen con el fin de producir o realizar compras colectivas u organizar sistemas recíprocos de créditos. Como no dependen de intermediarios, obtienen mayores beneficios. La cooperación estimula y desarrolla funciones educativas y de responsabilidad entre sus miembros. El sistema cooperativo tuvo amplia difusión en nuestro país e inserción en las ciudades y en el campo. El movimiento cooperativo estuvo asociado primeramente al consumo. En nuestros días, las acciones cooperativas abarcan a la actividad laboral, deportiva, financiera, agrícola y educativa. Estos son los principios de la acción cooperativa: los beneficios se distribuirán entre los socios en las cooperativas de consumo, en proporción a los consumos; en las cooperativas de producción, en proporción al trabajo realizado; en las cooperativas o secciones de adquisición de elementos de trabajo y de transformación y venta de productos agrícolas, en proporción al monto de las operaciones de cada socio; en las operaciones o secciones de crédito, en proporción al capital.

-Tomado de "El Libro de la Sociedad en el tiempo y en el espacio 8", Buenos Aires, Estrada, 1997.

sábado, 2 de abril de 2011

El surgimiento de la clase obrera

Junto con el desarrollo de la industria fabril comenzó a aparecer un nuevo actor social que hasta esa época había ocupado un lugar marginal dentro de la sociedad: los trabajadores. Esto no significa que anteriormente la gente no trabajara; a lo que nos estamos refiriendo es a un grupo de personas que, careciendo de bienes o rentas, debe ponerse a disposición de un empleador durante una parte del día para cobrar un salario que le permita alimentarse, tener vestido, habitación, criar a sus hijos, etcétera. 

A diferencia de los campesinos que poseían tierra e instrumentos para trabajarla, los  trabajadores solo poseían la fuerza de sus brazos y la capacidad para realizar el trabajo. La existencia de una amplia cantidad de personas que estuvieran dispuestas a trabajar en las fábricas era un requisito previo para el surgimiento del capitalismo fabril.


Los trabajadores de la Inglaterra del siglo XVIII tenían varios orígenes. Un gran número provenía del campo y eran antiguos campesinos que habían perdido sus tierras; muchos obreros eran inmigrantes de zonas azotadas por la hambruna, como fue el caso de los trabajadores irlandeses; otros, eran antiguos artesanos arruinados por el desarrollo de la industria. A su vez, otro factor que permitió incrementar la población trabajadora fue el gran crecimiento de la población que se produjo a partir del siglo XVIII.


La vida obrera

 
Estos pobres de los campos y las ciudades encontraron en las fábricas un nuevo lugar en la sociedad y desarrollaron un nuevo modo de vida. Sin embargo, la vida de los obreros durante la Revolución Industrial era muy dura. La jornada laboral era larga y agotadora y se trabajaba más de 15 o 16 horas diarias. Los salarios eran bajos. Existían severos códigos de trabajo que imponían multas y reducían el salario por faltas tan leves como abrir una ventana o silbar mientras trabajaban. Además, era un modo de trabajar completamente diferente: quienes habían vivido al aire libre y trabajado con relativa autonomía, debían pasar largas horas en las ruidosas, sucias y oscuras fábricas. En ellas se trabajaba como en el
campo: desde la salida hasta la caída del sol, pero con un pequeño descanso a la hora del almuerzo. Además, el trabajador estaba sometido a una férrea disciplina y era controlado todo el tiempo mientras trabajaba. A su vez, se comenzó a desarrollar la práctica de contratar prioritariamente a mujeres y niños porque se les pagaba menos, lo que bajaba los
salarios. Ello era posible porque las máquinas simplificaban el trabajo. En los alrededores de las fábricas empezaron a surgir barrios obreros con casas mal construidas, donde familias enteras vivían en una única habitación y las epidemias solían hacer estragos. 


Los comienzos del movimiento obrero
 
Las condiciones a las que eran sometidos llevó a los obreros a organizarse para luchar y tratar de obtener leyes y mejoras. Se hicieron peticiones y se organizaron huelgas pacíficas que fueron contestadas represivamente por las autoridades.
 
Con el estallido de la Revolución Francesa en 1789 se produjo una profunda alarma dentro de los sectores dirigentes de la sociedad inglesa. Temiendo que los obreros ingleses tomaran el ejemplo de los revolucionarios franceses, el gobierno prohibió las organizaciones de trabajadores y estableció una ola de persecución política entre ellos.

Uno de los primeros movimientos fue el llamado de los “destructores de máquinas” o luddistas, pues sus proclamas estaban firmadas por un mítico personaje llamado Ned Ludd: sus seguidores atacaban las fábricas destruyendo las máquinas. Hacia 1811 y 1812 fue el momento de auge de este movimiento y el gobierno enviaba igual número de soldados a combatir a los luddistas que a las tropas napoleónicas. Recién hacia 1824, luego de grandes enfrentamientos, se permitieron las asociaciones sindicales que comenzaron a luchar por mejoras para los trabajadores.

Inglaterra era una monarquía parlamentaria, pero una de las discriminaciones que sufrían los trabajadores ingleses era estar privados del sufragio. En esto coincidían con muchos sectores burgueses industriales ya que el mapa electoral era previo a la industrialización y favorecía a los terratenientes. Así, zonas de escasa población tenían mayor representación que los distritos industriales mucho mas poblados.
 
En 1832 se produjo una reforma electoral que modificó los distritos electorales, pero que siguió excluyendo a los trabajadores del derecho al sufragio. Este hecho motivó el surgimiento del primer movimiento político de la historia del movimiento obrero: el cartismo. Se organizó en torno a la llamada Carta del Pueblo, que reclamaba el ejercicio de derechos políticos para los trabajadores.

Este fue un gran movimiento que se extendió hasta la década de 1850 y comenzó a incluir no solo reivindicaciones políticas, sino también sociales.
 
-Tomado de "El Libro de la Sociedad en el tiempo y en el espacio 8", Buenos Aires, Estrada, 1997.