viernes, 7 de octubre de 2011

LA REVOLUCIÓN RUSA

1. La revolución soviética y la dictadura de Stalin
 

Introducción

La revolución rusa fue uno de los acontecimientos clave de la historia del siglo XX. La primera guerra mundial sometió a tensiones brutales a la sociedad rusa y provocó la revolución que acabó con la autocracia zarista. Tras una efímera experiencia liberal, en noviembre de 1917 triunfó la primera revolución comunista de la historia.


Lenin dirigió con mano de hierro al nuevo estado soviético a través de un período de horror y calamidades. La primera guerra mundial, la revolución y la guerra civil golpearon duramente al tejido social ruso.


Stalin, su sucesor, concluyó la construcción de la dictadura comunista. La economía fue centralizada por el Estado y el poder político quedó en manos del dictador que controlaba férreamente al partido comunista y a la sociedad soviética. El terror estalinista configuró uno de los grandes regímenes totalitarios del siglo XX. 


El Imperio ruso zarista


En 1914 el imperio zarista era una gran potencia que se extendía por veintidós millones de kilómetros cuadrados a lo largo de Europa y Asia y contaba con ciento setenta millones de habitantes.


Aunque los campesinos analfabetos seguían siendo la mayoría de la población del imperio, la inversión extranjera propició una intensa industrialización en unos pocos núcleos industriales. El sistema político seguía, sin embargo, inalterado. Rusia era una autocracia con un Zar con poder absoluto.


Diversos grupos clandestinos luchaban contra la monarquía rusa. Entre ellos, destacaba un pequeño grupo de marxistas revolucionarios dirigidos por Lenin. Conocidos como los bolcheviques, defendían una visión radical de marxismo con la disciplina propia de una organización clandestina.



La guerra mundial iniciada en 1914 fue especialmente dura en Rusia. En un país atrasado, el esfuerzo bélico (a mediados de 1915 los rusos habían sufrido más de dos millones de bajas) y la escasez de alimentos y combustible derrumbaron la moral de guerra de la población. Rusia se convirtió en el caldo de cultivo perfecto para la agitación revolucionaria. La situación terminó por estallar en marzo de 1917. 

La revolución soviética


Las penalidades de la guerra aumentaron el descontento de la población. Las derrotas en el frente, la escasez, el hambre llevaron a que en marzo de 1917 las protestas se extendieran en San Petersburgo. La negativa de las tropas a reprimir a la población precipitó la abdicación del zar y la proclamación de la república.


La revolución se radicalizó muy pronto. En octubre de 1917 los bolcheviques, dirigidos por Lenin y Trotsky, ejecutaron un golpe de estado que les llevó al poder. Rusia firmó el armisticio con Alemania en diciembre de ese año.


El triunfo bolchevique no fue fácil. Inmediatamente una coalición antibolchevique, apoyada por los países de la Entente, organizó el Ejército blanco que se enfrentó durante más de tres años al Ejército rojo comunista en una cruenta guerra civil. Tras la victoria bolchevique, en 1922 nació la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).


La muerte de Lenin en 1924 abrió por la lucha por la sucesión entre Trotsky y Stalin. La victoria de este último llevó al establecimiento de una cruel dictadura totalitaria en la URSS.



La dictadura de Stalin



A fines de los años 1920, Stalin había asentado su poder sobre estado soviético. Rápidamente tomó una decisión trascendental: era posible construir el socialismo en antiguo imperio ruso y para ello era necesario lanzarse a un proceso de industrialización acelerado.


Esta decisión se articuló en dos grandes medidas económicas:



·  La colectivización de la agricultura. Una medida que tuvo un enorme coste social y un escaso éxito económico.

·  La planificación central de la economía. Basada en la propiedad estatal de industrias y servicios, el gobierno elaboró planes económicos quinquenales que debían llevar a la vieja Rusia agraria a convertirse en una potencia industrial, objetivo que se alcanzó en gran medida pero con un gran coste humano.


Para conseguir la movilización general de la población soviética, Stalin estableció una de las más brutales dictaduras de la historia. Las grandes “purgas” en los años treinta y el establecimiento de un inmenso sistema de campos de concentración, el Gulag, permitieron al “Zar Rojo” controlar con mano férrea la sociedad soviética.



Tomado de:




EN EL SIGUIENTE ENLACE PUEDES ENCONTRAR EJERCICIOS PARA AUTOEVALUARTE

http://recursostic.educacion.es/secundaria/edad/4esohistoria/quincena7/swf/AutoevaluacionQuiz1/quiz.html

miércoles, 24 de agosto de 2011

FASCISMO Y NAZISMO

Características del fascismo y del nazismo


Son varias las características de los regímenes fascista y nazi de la Europa de entre guerras, entre ellos: el totalitarismo, antiliberalismo y anticapitalismo, antimarxismo, el carácter contrarrevolucionario, el autoritarismo y militarismo, ultranacionalismo, liderazgo carismático, la propaganda y terror y la xenofobia. Cada una de ellas permiten comprender, en parte, como llegan al poder y se prolongan en el tiempo dichos regímenes y las consecuencias que provocaron. En esta ocasión me interesa desarrollas sólo algunas de estas características:

Autoritarismo y militarismo


Póster de SA nazi
El fascismo concebía la sociedad como una organización militar más. Había de formar organismo donde cada individuo ocupa un lugar determinado y desarrolla una función específica. En el seno de ese organismo no tenían cabida las discrepancias o disensiones. Como en toda organización militar, la autoridad, la disciplina y la fuerza relegaban la igualdad, la libertad de acción y el pacifismo. La erradicación de todo aquello que contraviniese esos principios se llevó a cabo mediante el empleo de la violencia.
Se contó con el concurso de fuerzas de carácter paramilitar: SA nazis, camisas negras italianos ofalangistas españoles, que junto a los cuerpos regulares de la policía y otros de carácter especial (ejemplo: Gestapo alemana), fueron los encargados de anular los elementos hostiles al Estado.
Bombarderos alemanes
stukas

El fascismo potenció el papel de las fuerzas armadas, esenciales para poner en práctica los planes de expansión territorial que permitiesen ensanchar el espacio vital del pueblo y vengar los "agravios históricos"sufridos por la nación. En Alemania la “teoría del espacio vital” se puso en práctica a partir de 1938, con la anexión de Austria, Checoslovaquia y Polonia. además, los estados fascistas diseñaron una compleja escenografía con el fin de exaltar y glorificar los valores de la milicia, transmitiendo a la sociedad un sentido guerrero de la vida. Mediante imponentes y pomposos desfiles congregaron auténticas muchedumbres para enardecer el patriotismo. Los niños y jóvenes recibieron una educación basada en los valores castrenses: el uso de uniformes de carácter pseudomilitar (camisa negra en Italia, parda en Alemania, azul en España, etc) y los gestos y actitudes marciales (saludo fascista).





Ultranacionalismo

Los fascismos pretendían alcanzar la unidad y la identidad nacionales, desde una visión conservadora, excluyendo y hostigando a quienes pueda poner en peligro tal aspiración, ya sean otras  naciones o elementos considerados extraños como las minorías raciales (judíos, gitanos, etc). El nacionalismo fue alentado y utilizado como arma política contra otros estados, creando un ambiente de xenofobia, rencor e intransigencia que originó tensiones y conflictos.  Hubo casos en los que los sentimientos nacionales se exasperaron, como las regiones de Alsacia y Lorena, en poder de Francia a raíz del Tratado de Versalles, o la parte oriental de la Prusia alemana, bajo soberanía polaca. 
Acuerdos de Munich

En febrero de 1938 Hitler anexiona Austria al III Reich. Parte de la población austríaca, de habla y cultura germánicas, vio con agrado esta acción que había sido prohibida por las potencias vencedoras tras la Gran Guerra y que formaba parte de las reivindicaciones nacionalistas alemanas.  Frente a este ambiente de ultranacionalismo, las principales potencias democráticas reaccionaron con tibieza, adoptando una estregia conocida como "política de apaciguamiento", basada en el mantenimiento de la paz pese a las provocaciones y hostilidad de las potencias fascistas. En septiembre de 1938, por el "Pacto de Munich", el Reino Unido y Francia concedieron a Hitler licencia para anexionarse gran parte del territorio de los Sudetes (Bohemia-Moravia), perteneciente a Checoslovaquia y donde residía una importante minoría de origen alemán. Los acuerdos de Munich resultaron un fracaso, pues meses más tarde(marzo de 1939), Hitler invadía la totalidad del territorio checo. El ataque a Polonia (septiembre de 1939) culminaría esa escalada de agresiones, originando la Segunda Guerra Mundial.


El Imperio para Mussolini

Resucitando a Roma y el Imperio Italiano

Para convencer a las masas en torno a la idea de una patria común se manipuló a conveniencia la historia: por ejemplo, Mussolini volvió su mirada en la antigua Roma, tratando de evocar la grandeza de ese imperio e identificándolo con la Italia fascista. Consideró "mare nostro" al Adriático, al modo en que los romanos distinguieron al Mediterráneo. Creó un imperio que, hasta 1941, tuvo posesiones en África (Somalía, Etiopía o Abisinia y Libia), en el Egeo (Dodecaneso) y en el Mediterráneo (Albania). 

Ejemplos similares se dieron en otros regímenes totalitarios: en España, el franquismo apeló a la monarquía de los Reyes Católicos y a la época de los primeros Austrias como paradigmas de unidad y grandeza.

Liderazgo de un jefe carismático
 
Los fascismos trataron de conseguir la armonía social bajo la benefactora acción de un jefe ("duce, führer, caudillo"). Sin su liderazgo, la naturaleza amorfa de las masas desembocaría en el desgobierno y el caos. El jefe debía rodearse de una élite competente, preparada y "portadora de la razón y la verdad". Los individuos eran considerados ineptos para la asunción de responsabilidades y la toma de decisiones por sí mismos, su papel en la sociedad fascista era el de súbditos, no ciudadanos de pleno derecho. El jefe debía estar dotado de un especial carisma que lo distinguiese del resto de los mortales y aglutinara las diferentes tendencias dentro del poder.
Hitler y Goering

Ante el líder solo resaba actuar con una fe ciega expresada a través del culto a la personalidad. Además de su papel dirigente, la misión de jefe era servir de guía del pueblo, ejerciendo sobre él una labor benefactora y paternal.

La propaganda se encargó de glorificar insistentemente ese papel, haciendo uso de todos los medios a su alcance. Especialmente útil fue la radio que se encontraba presente en numerosos hogares.

Empleo de la propaganda y el terror
Joseph Goebbels

Para atraerse a las masas, los regímenes fascistas pusieron gran empeño en controlar los medios de comunicación, especialmente, la radio y la prensa. Una vez en el poder abolieron la libertad de opinión, persiguieron a los periodistas independientes y utilizaron masivamente la propaganda para inculcar valores como patria, jefe, raza, etc. Maestro sin igual en esas prácticas fue el Ministro de Propaganda del III Reich, Joseph Goebbels. Se empleó el terror, la delación, la represión y la reclusión en campos de concentración, valiéndose incluso del asesinato. Simultáneamente, se pretendió ofrecer una imagen atractiva del régimen, tanto en exterior como en el interior, mediante el empleo de una parafernalia grandilocuente: exhibición de vistosos uniformes, saludos marciales, despliegue de banderas y estandartes, brillantes desfiles militares presididos por los jerarcas, discursos, etc. Se intentaba de ese modo impresionar a las masas y llevarlas a un orgullo patriótico.

Racismo y xenofobia


Todo aquello que el fascismo interpretó que podía descomponer una sociedad uniforme y rígidamente estructurada fue perseguido. Así ocurrió con las minorías raciales (judíos, eslavos, gitanos, etc).

En la Alemania nazi estos grupos fueron en principio aislados para evitar que contaminasen a los "ciudadanos normales"; más tarde se procedió eliminarlos desde una visión que perseguía contribuir a la idea eugenésica de mejorar la raza aria, considerada como superior e identificada con el pueblo alemán. Otros pueblos, racialmente impuros (ej., los eslavos) fueron objeto de desprecio o persecución y, en cualquier caso, puestos al servicio de los intereses de esa raza superior.
Horno crematorio de
Auschwitz

Especialmente significativo fue el caso de los judíos, a quien los jerarcas nazis responsabilizaban de ser el origen de los males que aquejaban al pueblo alemán y, por lo tanto, merecedores de ser destruidos. Para ello se planificó la“solución final”.

En otros países (Italia, España) la xenofobia y el racismo, si bien estuvieron presentes en su discurso ideológico, no llegaron a alcanzar el grado de encono, violencia y sistematización que en la Alemania hitleriana.



Trabajo realizado gracias al aporte de:
http://www.claseshistoria.com y http://www.portalplanetasedna.com.ar

lunes, 1 de agosto de 2011

La crisis del '29 y el Gople de Terra



La caída de la Bolsa de Nueva York en 1929 tuvo repercusiones de caracter mundial, provocó la caída de las exportaciones y una grave crisis económica, que vía Europa llegó a América Latina. En el caso de nuestro país, la grave crisis económica tuvo repercusiones de carácter socio-económico, sumado a discrepacias políticas que, finalmente, desembocaron en la dictadura de Terra.


El plan anticrisis y sus costos sociales
La dramática reducción de las exportaciones entre 1929 y 1932 se hizo sentir en todos los sectores. El Consejo Nacional de Administración propuso un plan para enfrentar la crisis. Las medidas pretendían no solo paliar el déficit de la balanza comercial, sino frenar la devaluación acelerada del peso uruguayo. 
Por distintas razones, las disposiciones perjudicaron tanto a los exportadores como a los importadores y a las empresas extranjeras.
La inflación desatada y el cierre de empresas repercutieron en los trabajadores. A fin de compensar la rebaja del salario real se instauró la "semana inglesa", que reducía el horario laboral, y se promovió una política de obras públicas contra la desocupación. Los efectos de la crisis golpearon a toda la población, pero las clases conservadoras no estaban dispuestas a pagar un precio tan alto y el problema se trasladó al plano político.


El golpe de Estado
En las elecciones de 1930 habían triunfado los batllistas, logrando la mayoría en el Consejo Nacional de Administración, al que correspondía la dirección de la política económica. El presidente Terra pronto marcó distancia del batllismo y discrepó con las medidas tomadas por C.N.A. En esto fue respaldado por los conservadores colorados, el herrerismo y el Comité de Vigilancia Económica. Como respuesta, el batllismo hizo acuerdos con el nacionalismo independiente, rama disidente de la mayoría herrerista, para impulsar el plan anticrisis.
La gran abstención en las elecciones de 1932, que debían renovar parcialmente los integrantes del Consejo de Administración, fue interpretada por Terra como un juicio negativo a la política del C.N.A. Convencido de que el presidente debía intervenir en la conducción económica y de que no podía esperarse hasta que hubiera una reforma constitucional, el 31 de marzo de 1933 disolvió el Consejo y las cámaras.
El golpe contó con la adhesión expresa del herrerismo, el riverismo y otros colorados conservadores; sus apoyos sociales fueron el Comité de Vigilancia Económica (con el predominio del sector agroexportador) y las clases conservadoras en su conjunto. En su contra, se contaron batllistas, nacionalistas independientes, socialistas y comunistas. La población, en general, no mostró mayor signo de resistencia.

Imágenes sobre el suicidio de Brum  (ex-presidente, colorado y batllistas),
su muerte representó el quiebre institucional  y una muestra de oposición al golpe de Terra.
La "República conservadora"
Durante la breve dictadura de Terra hubo persecución, prisión y exilio; censura de prensa y limitación de libertades, pero no se prohibió la actividad de los partidos. La intención del presidente y sus aliados fue poner un Ejecutivo fuerte en la dirección económica. Rápidamente se convocó una Convención Constituyente. La nueva Constitución fue plebiscitada en abril de 1934. En ese mismo acto se eligieron senadores y diputados, con la ausencia de nacionalistas independientes y batllistas, que no presentaron listas ni votaron. Una disposición excepcional habilitó a la Constituyente a elegir al presidente y éste a hacer lo propio con los gobiernos departamentales. El candidato único fue Gabriel Terra. En el Senado, según el acuerdo pactado, la mitad correspondió a los terristas y la otra a los riveristas. De este modo, se inauguró un nuevo período constitucional, marcado por la representación parcial del espectro político y la participación directa de  hombres del agro y la empresa en el gobierno.

Entre el intervencionismo y el capital privado
Pese a sus compromisos con los grupos vinculados al capital nacional y extranjero, Terra mantuvo cierta autonomía de acción. Aplicó políticas tendientes a favorecer a las empresas extranjeras, al sector agro-exportador y a la industria, pero no dudó en fortalecer al Estado. Tal vez su pasado batllista o un pragmatismo consciente de la falta de iniciativa privada le llevaron a concebir proyectos de corte intervencionista o a la creación de empresas mixtas (por ejemplo: Conaprole). El Estado interventor de Terra, sin embargo, había cambiado de perspectiva y de aliados. Actuaba en la economía para apuntalar -no para sustituir- al capital privado; era un "estado nodriza", que lejos de hacer frente al sector empresarial, estaba dispuesto a complementar sus esfuerzos.
Las medidas de corte más dirigista se aplicaron al control de cambios y del comercio exterior. El Banco República tuvo el monopolio de la venta de moneda extranjera, derivando la diferencia de cambios a su favor, hacia políticas de incentivo a la producción o de compensación social. Estas últimas se basaron en el asistencialismo, que buscó atenuar los efectos de la crisis.

Julio Cesar Grauert concurre a un acto político el 23 de octubre de 1933 en la ciudad
de Minas,
a su regreso el auto es interceptado por la policía  cerca de Pando.
La policía abre 
fuego y el joven dirigente colorado batllista muere por las heridas
3 días después.


El entierro de éste joven radical  dirigente batllista fue una verdadera
manifestación política, donde  hombres y mujeres expusieron
oratoria (izquierda: discurso de Luisina Luisi) y debieron  enfrentar
los gases lacrimógenos de la policía.

Material elaborado por la docente en base a material e información de: "Uruguay 1929-1938: depresión y desarrollo fabril" de Raúl Jacob s/d. "El impacto de la crisis del '29, los reformismos y aperturas políticas desde mediados de la década del '30" de Lucia Sala de Tourón s/d.
Las imágenes son escaneadas por la docente de "Historia del Urugay en imagenes", 36 cápítulos publicados por El País y B.S.E.

martes, 21 de junio de 2011

Montevideo en los años veinte en imágenes

La construcción del Palacio Salvo

En 1922, el empresario Ángel Salvo decidió homenajear a la ciudad con un edificio monumental. Corrían los “años locos”; ya era hora de que la “tacita de plata” tuviera su primer rascacielos. Salvo acudió al arquitecto milanés Mario Palanti, quien residía en Buenos Aires, ciudad en la que había diseñado el Palacio Barolo, una versión más pequeña de lo que luego sería nuestro Salvo. Era la primera vez que en el país se utilizaba la estructura de cemento armado a gran escala. Sin embargo, también se la combinó con la de sostén de arcos de medio punto en mampostería, a iniciativa de los propios operarios, que eran en su mayoría inmigrantes italianos. El edificio, que se inauguró con pompa el 12 de octubre de 1928 con una gran exposición de la industria nacional, se convirtió en orgullo de los montevideanos, especialmente porque se transformó, con sus 120 metros de altura, en el edificio más alto de América Latina, condición que ostentaría por algún tiempo.




La construcción del Palacio Legislativo
 
Hacia 1925 la población del Uruguay superaba 1.900.000 habitantes. Montevideo estaba habitada por 480.000 personas. La balanza comercial mostraba superávit. La prosperidad permitía encarar grandes obras. En 1925 se inauguró el Palacio Legislativo, tres años después el Palacio Salvo y en sólo seis meses de 1930 quedó pronto el Estadio Centenario. La inserción urbana de un edificio de caracteres monumentales como el Palacio Legislativo obedece a la voluntad de expandir la ciudad, que se produce desde las últimas décadas del siglo XIX. El concurso para la realización del Palacio Legislativo se realizó en 1903, y la construcción insumió 17 años, entre 1908 y 1925. Se inauguró el 25 de agosto de 1925. La construcción de la sede del Parlamento planteó en su momento un doble desafío: el de su emplazamiento y convertirse en un  estructurador urbano, con la carga simbólica de representar los valores democráticos de la nación.
En 1975 el Palacio Legislativo fue declarado Monumento Histórico Nacional.

El Palacio Legislativo en construcción
El edificio y su entorno en el año 1926

El Parque Urbano


El Parque Rodó, originalmente llamado Parque Urbano, con una superficie de 42 hectáreas, es uno de los principales símbolos de Montevideo. Los juegos del Parque Rodó se iniciaron el 24 de enero de 1889 con un emocionante artefacto: la montaña rusa. Las calesitas venían demoradas: la primera llegó en 1903. Los trabajos preliminares para la conformación del Parque se iniciaron entre 1900 y 1902. Entre 1903 y 1904 se construyó un lago artificial; las isletas, con puentes rústicos de imitación; la avenida central de macadam; el pabellón de música; el castillo sobre el lago, la vaquería para expendio de leche fresca y la plaza de juegos para niños. Recién en 1912 la diversión se institucionalizó, cuando la Intendencia autorizó la implantación de juegos, servicio de ponies y locales para la venta de comestibles y golosinas.


Juego giratorio. 1921.
Vista desde la rambla, a la derecha la carpa del Circo Sarrasani y la entrada al restaurante Forte di Makkale. 1924.

Los tranvías

El primer servicio de locomoción colectiva de Uruguay fue la diligencia, que a partir de 1851 unía la Villa de La Unión con Montevideo. Poco después llegaría el tranvía de caballos, un sistema de transporte por riel, que inició sus servicios en 1868, con la línea a La Unión. En 1879 quedó inaugurado el ramal de rieles que la Sociedad Uruguaya del Tranvía al Buceo había colocado hasta la playa de los Pocitos, que comenzaba a convertirse en un cotizado lugar de veraneo. El tranvía avanzaba al trote pausado de sus tres caballos, mientras el de adelante, llamado cadenero, tenía la misión de guiar la tropilla. La silenciosa tracción eléctrica terminó con el resonar de los cascos en el pavimento: el 8 de diciembre de 1906 se inauguró el primer servicio de tranvías eléctricos, con un recorrido desde la Aduana hasta la playa Pocitos. De la velocidad de trote del caballo se pasó a los vertiginosos 40 kilómetros por hora. En 1951, cuando se inauguró en Montevideo el transporte público de pasajeros en trolebuses, con la tradicional línea 62, que unía Pocitos con el Centro, se inició un cambio de era. El último tranvía circuló por la capital en el invierno de 1955, aunque en distintos puntos permanecen los rieles centenarios, con sus vigas metálicas dibujadas en el pavimento.

Barrio Colón. 1922
Rambla y playa Ramírez. 1924


El Hotel de los Pocitos

El Gran Hotel de los Pocitos, punto de referencia y elemento estructurador del barrio, se inauguró el 8 de diciembre de 1912, bajo la presidencia de Claudio Williman, propiedad de la empresa de tranvías conocida como Sociedad Comercial de Montevideo. Pocitos era, junto con Ramírez, la playa más popular de la ciudad. De estilo inglés, el hotel fue proyectado por el ingeniero John Adams, que también creó el edificio del London París, el Hospital Británico y la Sala Verdi, entre muchos otros. La entrada del hotel se enfrentaba a la rambla, y los salones, habitaciones y el gran comedor, miraban al mar. Una gran terraza de madera, sostenida sobre enormes pilotes de madera dura, se internaba en el Río de la Plata. Allí, entre el murmullo de las olas, tocaban las mejores orquestas de la época. El 10 de julio de 1923, un furioso temporal deshizo buena parte de la rambla, derribó una de las paredes de la bodega del hotel y destruyó la terraza, que no volvió a ser reconstruida. El hotel se demolió en 1935. Se iniciaba un acelerado proceso de sustituciones tipológicas, cambiando la edificación costera por edificios en altura. El viejo paisaje quedaría solamente en las postales y en los recuerdos.
Rambla y Hotel de los Pocitos. 1920.
El Hotel en 1930


Fuente: IMM

Montevideo en los años '20: la sociedad

En nuestro país al igual que en EEUU, la década de los años 20 constituyó los "años locos". La prosperidad económica, las mejoras de las condiciones de vida, la frecuencia de los contactos con el extranjero, contribuyeron a transformar la forma de vida de la sociedad uruguaya. Símbolo de prosperidad alcanzada es el aspecto que adoptó Montevideo, donde tendió a concentrarse gran parte de la población. En la ciudad aparecieron nuevos barrios, se extendió el asfalto de las calles, se multiplicaron los espacios verdes y los edificios.

Surgieron nuevos parques como el Parque Urbano llamado despues Parque Rodo o el Parque Central llamado despues "Parque de los Aliados", hoy Parque Battle y Ordoñez. En 1923 se inauguró el monumento a Artigas en la Plaza Independencia y en 1925, el Palacio Legislativo.

La extensión de la educación impulsó la construcción de la Facultad de Medicina, el edificio de la Universidad, el Instituto Vazquez Acevedo entre otros. Se construyeron el Hospital de Niños, el Hospital Militar, el Palacio Salvo inaugurado en 1928.

Acera sur de la Avenida 18 de Julio entre Río Negro y Paraguay, y a la izquierda el Palacio Jackson. Año 1922.

El crecimiento demográfico que el país experimentó (2 millones en 1930) y la llegada de la última oleada migratoria, le imprimieron a la ciudad un nuevo ritmo.

El desarrollo de las clases medias en un país cuya economía permitía una movilidad social intensa se manifestó en los cambios en el consumo. Aparecieron las grandes tiendas para satisfacer la demanda de sectores que veían crecer su nivel adquisitivo y se encontraban estimulados por una propaganda basada en "reclames" hechos a traves de radios, diarios y revistas.

Fue fundamentalmente por la mayor libertad y soltura que adquirió la mujer que podemos hablar de "años locos". Se cortó el pelo a la garçon y se los tiñó, uso pantalones y comenzó a fumar. Empezó a estudiar y a trabajar por un sueldo, y terminó conquistando el voto. Dejó de lado los prejuicios y se fue a la playa.

El gusto por las playas comenzó a difundirse; las clases altas abandonaron sus quintas de verano en el Prado, por la construcción de nuevas residencias en Pocitos o Carrasco.


Playa Pocitos. 1924.

También ejercieron una gran atracción en la población los espectáculos teatrales y las exhibiciones cinematográficas lo que se tradujo en un mayor número de salas.

Pero, el espectáculo popular por excelencia comenzó a ser el fútbol, que atrajo a verdaderas multitudes sobre todo despues de los triunfos mundiales obtenidos en 1924 y 1928.

En 1930, con motivo de los festejos del Centenario de nuestra primera Constitución se inauguró el Estadio que lleva ese nombre. Futbolistas como Piendibene, Nasazzi, Petrone fueron ídolos populares.

Sin embargo, será en el ámbito de la música donde surgirá una figura destinada a convertirse en un mito popular; Carlos Gardel conocido como "El zorzal criollo". En esta década, Gardel adquirió fama, comenzaron a imprimirse sus discos. Se trasladó a Europa done popularizó el tango y se convirtió en ídolo de multitudes.

Murió trágicamente en un accidente de aviación en Medellín (Colombia) en la plenitud de su carrera. 



Tomado de: http://memoriaviva5.blogspot.com/2008/06/el-uruguay-en-1930.html

El Uruguay en los años 20: la economía

La fase de crecimiento previo al comienzo de la primera guerra mundial en Europa había dejado buenas ganancias a Uruguay, gracias a varios años de balanza comercial favorable. Incluso durante el conflicto, las necesidades de abastecimiento de algunos países mantuvieron a buen nivel la exportación de los principales productos de exportación. Pero a principios de los años veinte comenzó a notarse el efecto de las políticas proteccionistas de las naciones europeas, que produjeron una caída de la demanda y de los precios. El sector ganadero fue el más afectado, aunque también comerciantes e industriales se vieron afectados por la reducción de las importaciones. 


Durante la segunda mitad de la década se advirtió una cierta mejora económica, debido a la recuperación europea y del creciente aporte de capitales estadounidenses, que reemplazaron a los ingleses en toda América. Esta afluencia de capitales, en muchos casos, contribuyó a disimular las debilidades de una economía poco diversificada en sus productos y mercados. Las lanas, las carnes y cueros constituían más del 95% de las exportaciones e Inglaterra seguía siendo el principal comprador. La incidencia estadounidense también contribuyó a disminuir las posibilidades de autonomía en algunos rubros específicos. En la rama frigorífica, el "trust de Chicago", por ejemplo, no solo dominaba el proceso de industrialización sino de comercialización, llevando el producto en sus propios barcos desde Montevideo a Londres y fijando la cuota de embarque que correspondía a Uruguay. Esto condicionaba la faena y los precios, aún en el mercado interno. Por esta razón, en 1928 se concretó un viejo proyecto batllista, el Frigorífico Nacional.

El Uruguay en los años 20: la política

La Constitución que entró en vigencia en 1919 tenía la característica de establecer la renovación parcial del ejecutivo colegiado y del Senado y la renovación total de la Cámara de Representantes y del Gobierno Municipal. En consecuencia, el país vivió un clima de lucha electoral casi permanente, porque casi todos los años había elecciones para renovar un tercio del Consejo Nacional de Administración o la Cámara de Diputados, o la de Senadores…

La frecuencia de las elecciones dejó definitivamente atrás la práctica de la lucha armada y estimuló muchísimo la participación electoral. Las escasas diferencias electorales entre blancos y colorados fueron también un estímulo para esa participación masiva y para la negociación política. Al mismo tiempo, los mecanismos de votación y control del sufragio también se fueron perfeccionando.

Durante la década del '20 se aprobaron leyes electorales y se crearon organismos específicos para organizar y controlar los comicios (Corte Electoral). Los adelantos en fotografía e impresión digital (Credencial Cívica) facilitaron la depuración del Registro Cívico y dificultaron el fraude, en tanto la fiscalización de la Corte Electoral dotó al acto comicial de mayores garantías. Al mismo tiempo otras leyes regularon la nueva realidad partidaria, ya que si bien se mantenía la pertenencia mayoritaria al partido blanco o colorado, habían surgido facciones internas en cada uno de ellos, con intereses e ideologías diferentes entre sí.

La ley de lemas de 1925 estableció el carácter de lema para el Partido y el de sublema para sus facciones internas. Con esto, convirtió a las minorías intrapartidarias en aliados imprescindibles para la victoria, especialmente porque las elecciones nacionales marcaban una estrecha diferencia de votos entre blancos y colorados. De ahí que las mayorías en cada partido se vieron obligadas a hacer frecuentes concesiones a los grupos minoritarios, lo que mereció el nombre de "política del compromiso". Muchos fueron los acuerdos y alianzas que, a veces a costa de sus propios intereses, tuvieron que hacer las mayorías partidarias, en especial el batllismo.

Finalmente la década del '20 se caracterizó por un Partido Nacional unido detrás de la candidatura de Luis Alberto de Herrera, mientras el Partido Colorado seguía reflejando las divisiones heredadas del debate constitucional de 1917. Aun así, Batlle y Ordóñez lideró el sector mayoritario hasta su muerte en 1929.

lunes, 20 de junio de 2011

LA REFORMA CONSTITUCIONAL

La propuesta del colegiado


Durante la segunda presidencia de Batlle, todavía estaba vigente a constitución de 1830. En los hechos esa constitución nunca se adaptó exactamente a las necesidades y a la situación de nuestro país. Su carencia de mecanismos de coparticipación de los partidos en el gobierno estuvo presente a lo largo de todas las luchas civiles del siglo XIX.


Después de la muerte de Saravia, los blancos canalizaron sus tradicionales reclamos de coparticipación y garantías electorales en el sentido de una reforma constitucional. En la Paz de Aceguá de 1904 el batllismo se comprometió a actuar en tal sentido.


A comienzos de la segunda presidencia de Batlle, se estableció que una Asamblea Constituyente elaboraría el nuevo proyecto constitucional que luego sería plebiscitado.


En 1913, Batlle comenzó a publicar sus ideas acerca de la reforma constitucional, que significaba una modificación mucho más profunda de las estructuras políticas: se separaba la Iglesia del Estado, creaba estructuras legales para administrar las empresas del Estado y sustituía al presidente por un Ejecutivo Colegiado. Al respecto, Batlle proponía una Junta de Gobierno (el colegiado) de nueve miembros, renovables de a uno por vez durante nueve años. Batlle opinaba que de esa forma se evitaba concentrar todo el poder en una sola persona (el presidente) y se daba continuidad a la labor del gobierno.


El proyecto batllista no fue bien visto. Las innovaciones causaban rechazo, y no aparecían algunas (como el voto secreto) largamente esperadas por los blancos. Para ellos, el proyecto era un mecanismo para perpetuar al partido colorado en el poder. Para muchos colorados, en cambio, el proyecto dejaba la puerta abierta a los blancos para llegar al Poder Ejecutivo.


Batlle confiaba en que los blancos aceptarían lo que de positivo tenía su idea, en especial la eliminación del poder desmedido en una persona. También contaba con poder neutralizar la oposición colorada. Sin embargo, trece senadores colorados, en un total de diecinueve, se declararon contrarios a la iniciativa de Batlle.

Colegialistas vs anticolegialistas


Los mecanismos para elegir la Asamblea Constituyente se pusieron en marcha en setiembre de 1915. Por primera vez se iba a aplicar el voto universal masculino secreto en nuestro país. Además se aseguraba un mecanismo de representación proporcional.


Para entonces, Batlle ya no era presidente, su sucesor también era un batllista, Feliciano Viera. Pero la coyuntura había variado sustancialmente. Ya se hacía sentir la caída de las exportaciones provocada por el comienzo de la Primera Guerra Mundial en Europa (1914), lo cual trajo problemas económicos al Estado, quitándole posibilidades de acción. Como la acción social del Estado se combinó con un aumento de los impuestos rurales y al consumo, la clase alta rural reaccionó fundando la Federación Rural para oponerse a la reforma batllista. Por otro lado, las clases populares recibieron la legislación social con cierta apatía. Todos los que tenían razones para criticar el gobierno de Batlle encontraron en el tema de la reforma constitucional una forma de canalizar sus discrepancias con el batllismo.


La elección de la Asamblea Constituyente se transformó en una especie de evaluación de la obra del batllismo, bajo el pretexto de estar a favor o en contra del colegiado.


Las posiciones políticas se dividieron en colegialistas y anticolegialistas. Entre estos últimos se encontraban el Partido Nacional, la Unión Cívica y un sector importante del Partido Colorado. Los batllistas solo contaron con el apoyo del Partido Socialista. Las manifestaciones de las distintas fuerzas sociales mostraban a quiénes había afectado y a quiénes había favorecido el batllismo: la Federación Rural y destacadas personalidades de la industria y el comercio se manifestaron anticolegialistas; los dirigentes sindicales simpatizaban con la reforma batllista.


La elección se realizó el 30 de julio de 1916. Triunfaron los anticolegialistas. El partido más votado seguía siendo el Colorado, pero estaba dividido. El Partido Nacional demostraba ser una fuerza política a la cual no se podía ignorar al momento de hacer una reforma constitucional.

El "alto de Viera", la solución negociada y la nueva Constitución


Para muchos dirigentes políticos el resultado de las elecciones representaba un rechazo a la política batllista de reformas económicas y sociales. Así lo entendió el propio presidente Feliciano Viera que, a los pocos días de la elección, declaró que era necesario "hacer un alto" en las reformas. Esto fue bien visto por los conservadores blancos y colorados y los sectores empresariales del campo, la industria, las finanzas y el comercio. Batlle trató de sacar algo positivo del triunfo de los colorados para negociar con los triunfadores anticolegialistas. A la vez, anunció la posibilidad de presentar su candidatura a la presidencia para el período siguiente, por tanto, si los anticolegialistas sacaban adelante su proyecto de mantener la figura del presidente, era muy probable que Batlle ocupara nuevamente el sillón presidencial. Los blancos no querían esto, por eso intentaron llegar a un acuerdo.


Recién en 1917 se completó la elaboración de un proyecto constitucional satisfactorio tanto para los batllistas como para los blancos. La nueva propuesta constitucional terminó siendo el resultado de una negociación directa entre ambos sectores. Comenzaba una nueva era de la historia política del país.


La nueva Constitución se aprobó en 1918 y entró en vigencia en 1919. El nuevo Poder Ejecutivo era, en parte, unipersonal y, en parte colegiado. Era compartido por el presidente –encargado de las Fuerzas Armadas y la Policía- y el Consejo Nacional de Administración –encargado de los fines "secundarios" del Estado –economía, salud pública, educación. Éste consejo reflejaba una representación de los electores: 6 miembros de la mayoría y 3 de la minoría más votada. Aquellos que no estuvieron a favor de este nuevo poder ejecutivo lo llamaron "monstruo de dos cabezas".


 

sábado, 11 de junio de 2011

Proyectos y realizaciones del batllismo

La creación de una marina mercante nacional, el monopolio del alcohol y del tabaco, la creación de un frigorífico nacional fueron, entre otros, proyectos que no pudieron concretarse en el período. La diferencia entre lo que el batllismo quiso y lo que pudo hacer dependió, entre otros factores, de su ideología, de los apoyos y resistencias encontrados dentro y fuera del país, de las posibilidades económicas que tenía el Estado para llevar los proyectos a cabo y de la fuerte dependencia de Uruguay con el exterior, que vivía cierta inestabilidad en los años anteriores al estallido de la primera guerra mundial en 1914.


El ejemplo del ferrocarril es ilustrativo: no se consideró "confiscarlo" pues el batllismo no era el socialismo y respetaba la propiedad privada. Tampoco el Estado tenía suficiente dinero para comprarlo (recordemos que el ferrocarril era inglés). Además, su dependencia económica con Inglaterra hacía impensable que tomara medidas drásticas (Uruguay vendía gran parte de su producción a Gran Bretaña y recurría a ese país cuando pedía préstamos).

La lucha contra el "empresismo" inglés


En 1911 casi todos los servicios (gas, luz, tranvía, ferrocarril, seguros, etc.) estaban en manos privadas, en general inglesas. Las inversiones británicas en Uruguay eran considerables y se extendían a todos los ramos de la economía. Esto implicaba una importante fuga de divisas hacia el exterior, que Batlle pretendía retener en el país. Además, Batlle consideraba que los servicios esenciales para la población debían estar en manos del Estado.


Durante su segunda presidencia decretó el monopolio de la mayor parte de los seguros, una actividad que generaba muchas ganancias. Como los británicos dominaban el negocios resistieron a semejante medida, por lo que Inglaterra logró que algunos seguros quedaran excluidos del monopolio (los seguros marítimos). Sin embargo, no pudo evitar la creación en Uruguay de un Banco de Seguros del Estado.


Con respecto a los ferrocarriles el batllismo intentó la creación de una red ferroviaria nacional, que se concretaría en 1915 con la fundación de AFE. Pero al mismo tiempo fomentó la creación de carreteras paralelas a las vías férreas inglesas, como alternativa para obligar a los ingleses a bajar las tarifas del ferrocarril. También respondía al aumento del tránsito de automóviles y camiones, contando con el apoyo del capital estadounidense, que estaba interesado en la expansión de la industria automotriz.

Batlle y los estancieros


Contrariamente a su decidida política en la industria, la banca o los servicios, Batlle apenas ensayó modificaciones en el agro. Del agro dependían las divisas (libras o dólares) que permitían financiar los proyectos batllistas; además, la resistencia de los sectores conservadores de la industria y el comercio ya era muy grande y así evitaba sumar otro miembro al frente opositor. Sólo aplicó moderados impuestos al latifundio y a la herencia. En cambio, alentó proyectos de colonización agrícola, incentivó la tecnificación del agro y creó la sección de Crédito Rural del BROU, para asistir financieramente a los productores agropecuarios.


Hay que recordar que según el censo de 1908, el 75% de los propietarios rurales no alcanzaba a tener más de 100 hectáreas (es decir, un minifundio) y todos juntos ocupaban apenas el 9% de la tierra del país. En el otro extremo, existían 1.394 predios con más de 2.500 hectáreas cada uno (estos eran los latifundios), y que ocupaban el 40% del territorio nacional. 


    Tomado y adaptado de Artagaveytia, L. y Barbero, C. Historia 3. Mundo, América Latina y Uruguay, 1850-2000, Santillana.

martes, 7 de junio de 2011

El pensamiento social de José Batlle y Ordoñez

Durante los cuatro años que mediaron entre sus dos presidencias (1907-1911) Batlle recorrió Europa con su familia. Desde allí enviaba artículos que se publicaban en el diario de su sector político (El Día) y que trataban temas que tendrían gran influencia en su pensamiento político y social: su admiración por la agricultura europea, su preocupación por las consecuencias sociales de la revolución industrial y las posibilidades de un gobierno colegiado.

Batlle pudo presenciar la agitación social que la revolución industrial había provocado en los países europeos. Volvió a Uruguay convencido de que estos conflictos podían prevenirse si el gobierno se adelantaba a resolver la "cuestión social".

La idea central que instrumentó fue la del "Estado árbitro". En tanto representante de todos los ciudadanos, el Estado debía mediar entre los intereses de los distintos grupos sociales. Este arbitraje, sin embargo, no iba a ser neutral. Su obligación era proteger a los más débiles, aquellos que tenían menos capacidad de defenderse solos: los trabajadores, las mujeres, los niños y los ancianos.

Por su preocupación por los más desfavorecidos se ganó el mote de "inquietista" y aún de socialista, si bien sus ideas no eran las del marxismo y las del anarquismo. Recibía con beneplácito la lucha de los obreros por sus reclamos y más de una vez tuvo por aliados a anarquistas y socialistas, aunque no creía en la lucha de clases ni en la determinación económica de la conducta humana. En términos ideológicos podría definirse como un liberal radical con un acentuado sentido de justicia social. El pensamiento y la voluntad que dieron forma a la legislación social del período, sin embargo, no fueron la obra de un solo hombre. El presidente tuvo junto a sí valiosos colaboradores; como Domingo Arena, por ejemplo, que actuaron como inspiradores y siempre apoyaron su gestión.

La legislación social



El pensamiento social batllista fructificó en una extensa serie de leyes y de proyectos de ley.

La discusión que dominó el período fue la de la jornada laboral de ocho horas, fuertemente resistida por las cámaras empresariales y las clases conservadoras de ambos partidos. Finalmente, la ley fue promulgada en noviembre de 1915 bajo la presidencia de Feliciano Viera. Se aprobaron otras leyes relativas a horarios laborales, regulación del trabajo de menores –prohibiéndolo para menores de 13 años- determinación del derecho a un día de descanso a la semana y de cuarenta días de licencia para la mujer embarazada.

Muchos proyectos presentados en el período de la su segunda presidencia de Batlle (1911-1915) tuvieron aprobación posterior, entre ellos, los de prevención de accidentes de trabajo, indemnización por despido y pensiones a la vejez.

Varias cuestiones planteadas no fueron aprobadas por el poder legislativo, como la idea de fijar salarios, horarios y reglamentaciones en negociaciones bipartitas entre patronos y trabajadores, el seguro de salud obligatorio y el descanso de una semana cada seis meses.

Otras disposiciones gubernamentales se ocuparon de la cuestión educativa. Entre las disposiciones más importantes estuvo la determinación de la gratuidad de la enseñanza secundaria. Se extendieron los liceos departamentales, el número de escuelas industriales, se fundó la Escuela de Arte Dramático y la Comisión Nacional de Educación Física. También existió la voluntad de dar oportunidad a las mujeres de una educación secundaria, algo poco común en aquella época.

También podemos mencionar, si ampliamos el concepto de legislación social, las medidas anticlericales del batllismo, como la supresión de los crucifijos de los hospitales, las referencias a Dios en los juramentos públicos, la supresión de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas.

En 1912 el legislador batllista Ricardo Areco, propuso la ley de divorcio por la simple voluntad de uno de sus miembros; finalmente, en 1912 se aprobó la ley de divorcio por la sola voluntad de la mujer.

Otras medidas se basaron en la filosofía humanista del batllismo, como la abolición de la pena de muerte.

Tomado de Lucila Artagaveytia y Cristina Barbero:
"Historia. Mundo, América Latina y Uruguay (1850-2000)"
Editorial Santillana.

viernes, 20 de mayo de 2011

Los cambios políticos en América Latina, 1876-1910

Los gobiernos oligárquicos

Durante las últimas décadas del siglo XIX, en las diferentes regiones de América Latina se consolidaron los estados nacionales y se constituyeron gobiernos que representaban a la oligarquía. Esta plabra hace referencia a un pequeño grupo de personas que por la posición dominante que ocupa en el plano económico logra controlar las decisiones que se toman en el plano político. Los gobiernos oligárquicos hicieron suyos los intereses de los inversores extranjeros, que privilegiaban el orden interno (ausencia de guerras y enfrentamientos políticos o sociales) como condición necesaria para el crecimiento económico. Las oligarquías gobernaban o reclamaban que se gobernase en nombre de sus propios intereses económicos. Eran los beneficiarios del crecimiento de las exportaciones y del comercio. Consideraban que el gobierno tenía que promover el progreso, asegurando el orden interno por las armas y la expansión de las comunicaciones (ferrocarril y telégrafo).  

Su búsqueda de autoridad política a finales del siglo XIX tomó dos formas básicas. En una, los terratenientes y otras élites económicas tomaron el control del gobierno de forma directa, como en Argentina y Chile. Querían construir gobiernos fuertes, por lo habitual con apoyo militar. Cuando se permitía la competencia electoral entre partidos políticos que representaban a las diferentes facciones de la clase dirigente, se aseguraban la exclusión de la mayoría de la población, limitando los derechos políticos por la vía del estableciomiento de una renta mínima para ser elector. También se aseguraban los resultados electorales más favorables a sus intereses mediante el fraude en las votaciones.

En la otra forma, la autoridad política se logró con la imposición de dictadores fuertes, a menudo con cargos militares, para asegurar la ley y el orden en beneficio de las clases altas terratenientes, los comerciantes enriquecidos y los inversores extranjeros. Porfirio Díaz en México, que gobernó dictatorialmente de 1876 a 1911, es el ejemplo más notable, pero el modelo también apareció en Venezuela, Perú y otros países. En contraste con la gobiernos oligárquicos donde las élites ejercían el poder político directo, aquí se trataba de la aplicación indirecta de su autoridad mediante dictadores que no solían provenir de los estratos más altos de la sociedad. En Uruguay se combinaron las dos formas, primero durante el "Militarismo", entre 1876 y 1890, y después, durante el "Civilismo" de 1890 a 1911.
  

Porfirio Díaz, México, 1910
Máximo Santos y el militarismo en Uruguay, óleo de Juan Manuel Blanes, 1885 

Lo importante para los gobiernos oligárquicos era la estabilidad y el control social. Se suprimieron los grupos disidentes y se contuvo la lucha por el poder dentro de círculos restringidos. Sin duda, una de las metas básicas de estos regímenes era centralizar el poder, si era necesario quitándoselo a los caudillos regionales, y crear estados-nación poderosos y dominantes. 

El desarrollo de las economías de importación en los países de América Latina generó condiciones para que los gobiernos pudiesen consolidar la autoridad del Estado, centralizando la toma de decisiones en la capital y gobernando desde allí el resto del país. Esto fue posible porque el aumento de las exportaciones y las importaciones permitió el aumento de las rentas de los estados nacionales, cuyas finanzas dependían de los impuestos que cobraban al comercio exterior. El Estado, aedmás, pudo conseguir préstamos en el exterior contando con el respaldo de una recaudación impositiva en aumento. Con estos recursos, los gobiernos se aseguraron la lealtad de sus ejércitos, realizaron obras públicas y pudieron pagar los sueldos de sus funcionarios.

La estabilidad política se consideraba algo esencial para atraer la inversión extranjera que, a su vez, estimularía el crecimiento económico y cuando llegaba la inversión, ayudaba a fortalecer las fuerzas de la ley y el orden. Los ferrocarriles son un ejemplo: los inversores extranjeros se resistían a colocar sus fondos en un país amenazado por el desorden político; pero una vez que se construían los ferrocarriles, como en el caso de México, se convertían en instrumentos importantes para consolidar la autoridad central, ya que podían usarse (y lo fueron) para despachar tropas federales a sofocar levantamientos en casi cualquier parte de la nación.

Adaptado de: Thomas Skidmore y Peter Smith, "Las transformaciones en la América Latina contemporánea (década de 1880-década de 1990)". en Historia contemporánea de América Latina, Crítica, 1996.