martes, 7 de junio de 2011

El pensamiento social de José Batlle y Ordoñez

Durante los cuatro años que mediaron entre sus dos presidencias (1907-1911) Batlle recorrió Europa con su familia. Desde allí enviaba artículos que se publicaban en el diario de su sector político (El Día) y que trataban temas que tendrían gran influencia en su pensamiento político y social: su admiración por la agricultura europea, su preocupación por las consecuencias sociales de la revolución industrial y las posibilidades de un gobierno colegiado.

Batlle pudo presenciar la agitación social que la revolución industrial había provocado en los países europeos. Volvió a Uruguay convencido de que estos conflictos podían prevenirse si el gobierno se adelantaba a resolver la "cuestión social".

La idea central que instrumentó fue la del "Estado árbitro". En tanto representante de todos los ciudadanos, el Estado debía mediar entre los intereses de los distintos grupos sociales. Este arbitraje, sin embargo, no iba a ser neutral. Su obligación era proteger a los más débiles, aquellos que tenían menos capacidad de defenderse solos: los trabajadores, las mujeres, los niños y los ancianos.

Por su preocupación por los más desfavorecidos se ganó el mote de "inquietista" y aún de socialista, si bien sus ideas no eran las del marxismo y las del anarquismo. Recibía con beneplácito la lucha de los obreros por sus reclamos y más de una vez tuvo por aliados a anarquistas y socialistas, aunque no creía en la lucha de clases ni en la determinación económica de la conducta humana. En términos ideológicos podría definirse como un liberal radical con un acentuado sentido de justicia social. El pensamiento y la voluntad que dieron forma a la legislación social del período, sin embargo, no fueron la obra de un solo hombre. El presidente tuvo junto a sí valiosos colaboradores; como Domingo Arena, por ejemplo, que actuaron como inspiradores y siempre apoyaron su gestión.

La legislación social



El pensamiento social batllista fructificó en una extensa serie de leyes y de proyectos de ley.

La discusión que dominó el período fue la de la jornada laboral de ocho horas, fuertemente resistida por las cámaras empresariales y las clases conservadoras de ambos partidos. Finalmente, la ley fue promulgada en noviembre de 1915 bajo la presidencia de Feliciano Viera. Se aprobaron otras leyes relativas a horarios laborales, regulación del trabajo de menores –prohibiéndolo para menores de 13 años- determinación del derecho a un día de descanso a la semana y de cuarenta días de licencia para la mujer embarazada.

Muchos proyectos presentados en el período de la su segunda presidencia de Batlle (1911-1915) tuvieron aprobación posterior, entre ellos, los de prevención de accidentes de trabajo, indemnización por despido y pensiones a la vejez.

Varias cuestiones planteadas no fueron aprobadas por el poder legislativo, como la idea de fijar salarios, horarios y reglamentaciones en negociaciones bipartitas entre patronos y trabajadores, el seguro de salud obligatorio y el descanso de una semana cada seis meses.

Otras disposiciones gubernamentales se ocuparon de la cuestión educativa. Entre las disposiciones más importantes estuvo la determinación de la gratuidad de la enseñanza secundaria. Se extendieron los liceos departamentales, el número de escuelas industriales, se fundó la Escuela de Arte Dramático y la Comisión Nacional de Educación Física. También existió la voluntad de dar oportunidad a las mujeres de una educación secundaria, algo poco común en aquella época.

También podemos mencionar, si ampliamos el concepto de legislación social, las medidas anticlericales del batllismo, como la supresión de los crucifijos de los hospitales, las referencias a Dios en los juramentos públicos, la supresión de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas.

En 1912 el legislador batllista Ricardo Areco, propuso la ley de divorcio por la simple voluntad de uno de sus miembros; finalmente, en 1912 se aprobó la ley de divorcio por la sola voluntad de la mujer.

Otras medidas se basaron en la filosofía humanista del batllismo, como la abolición de la pena de muerte.

Tomado de Lucila Artagaveytia y Cristina Barbero:
"Historia. Mundo, América Latina y Uruguay (1850-2000)"
Editorial Santillana.

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